Movimiento

Padre José Kentenich

Schoenstatt tuvo su origen en la Alianza de Amor sellada con María por el Padre José Kentenich y un grupo de jóvenes el 18 de octubre de 1914, en el Santuario Original de Schoenstatt en Alemania. A través de las circunstancias y a la luz de la fe en la Divina Providencia el Padre Kentenich descubre el querer de Dios: El buen Dios quiere actualizar la historia de la Alianza, en un lugar: el Santuario de Schoenstatt; y a través de la persona de María.

El Padre Kentenich lo explica en forma muy sencilla: “Quien se sumerge en María, será llevado como por un remolino al corazón de Dios”

Esa había sido la experiencia vital del fundador de Schoenstatt en su historia personal y en la conducción de los jóvenes que le fueron confiados en su primera tarea como sacerdote. Acercarnos a Ella, entrelazar nuestra vida con la suya, sellar con Ella una Alianza de Amor, es el camino más seguro y vital para acercarse al Señor y transformarse en El.

La historia de Schoenstatt está marcada por acontecimientos simples, pero de profundo significado, a partir de los cuales se ha gestado un vigoroso movimiento de gracias, de vida y de ideas.

Desde pequeño, el P. Kentenich debió sufrir en su propia persona el desarraigo típico de nuestro tiempo, debido a una difícil situación familiar.  Pasó por duras pruebas espirituales durante todo el período de sus estudios.  Sin embargo, también pudo experimentar en la acción educadora de María, a quien se había confiado, el camino de solución y arraigo en el mundo natural y sobrenatural.

Poco a poco se fue delineando en su corazón el anhelo por la creación de un hombre nuevo y una nueva comunidad, capaz de enfrentar los desafíos del tiempo. En 1912, el P. Kentenich es nombrado director espiritual de los jóvenes del Seminario Menor.  Comienza a educarlos motivándolos a emprender la tarea de su propia transformación, en un ambiente de libertad y confianza.  Lo hacía básicamente despertando la propia energía formativa de los jóvenes, entusiasmándolos por grandes y verdaderos ideales morales y cristianos.  Su propia experiencia y su visión del papel de María como Madre y educadora, lo lleva a formar con ellos una Congregación Mariana como “un medio excelente para la realización de nuestros ideales juveniles y para lograr de manera más perfecta, rápida y segura, la meta de nuestra educación”:  encontrar a Jesús a través de María.

Dos años después de haber iniciado su labor pedagógica con los jóvenes, estalló la primera guerra mundial en agosto de 1914.  ¿Qué hacer para que el ambiente duro, agnóstico y amoral del ejército y la guerra no destruyera los ideales y la fe de los jóvenes?  En su búsqueda cayó en sus manos la historia de un abogado italiano, Bartolo Longo, quien había “creado” un santuario mariano en Pompeya.  Vio en ello un signo de la Providencia de Dios.  ¿No estaría en sus planes que la pequeña capillita –que recién había sido puesta a disposición de la Congregación Mariana- se transformara en un santuario, donde María llegará a ser la Madre y educadora de los jóvenes?  ¿No debían pedir a María que ella instalara allí su trono de gracias?

Después de un tiempo de oración y meditación, el 18 de octubre de 1914, propuso esta “secreta idea predilecta” a los jóvenes.  Los invitó a pedir que la Virgen se estableciera espiritualmente en ese lugar.  Ellos debían atraerla con las pruebas de su amor, con el esfuerzo por su autoeducación y por desarrollar el espíritu apostólico.  La presencia de María debía ser avalada por una santidad de la vida diaria, por una vida heroica de seguimiento al Señor y su voluntad:  ellos debían ofrecer a María “abundantes contribuciones al Capital de Gracias”.

La historia se encargó de demostrar que el P. Kentenich no se había equivocado en la interpretación del plan de Dios y que había “sintonizado” con el Espíritu Santo.

Hasta la muerte del fundador, el 15 de septiembre de 1968, se desarrolla un paulatino crecimiento del Movimiento en extensión y en profundidad.  La plática del 18 de octubre de 1914 –llamada luego Primera Acta de Fundación- es testigo del acontecimiento central y fundacional de Schoenstatt.  La alianza o consagración del P. Kentenich y de los jóvenes con María en el santuario, es la semilla de donde brota toda la vitalidad y la estructura de Schoenstatt.  La pequeña capillita se transformó en un santuario mariano y en el centro de un movimiento internacional de renovación para la Iglesia y el mundo actual.

 

Espiritualidad y Movimiento

El P. Kentenich miró con ojos de profeta nuestra época. Vio en ella un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso y que da paso, entre dolores de parto, a una nueva etapa histórica que condicionará el futuro de la humanidad determinándola por muchos siglos. La transición histórica con la que se enfrenta la cultura occidental la compara en magnitud con el cambio que se produjo en la humanidad con el paso del nomadismo a la vida sedentaria. Percibe en los albores del siglo XXI, que los valores esenciales -Dios, hombre, comunidad- son cuestionados; los vínculos tradicionales se relativizan y debilitan al mismo ritmo que avanza la ciencia y la tecnología; el hombre, sin una referencia clara y sin trascendencia, vive preso de sus pasiones: el ansia de poder, de poseer, de gozar.

Este mal que desgarra nuestro mundo y causa de angustia existencial, hunde sus raíces en la separación del hombre y Dios, de la fe y de la vida, del mundo natural y del mundo sobrenatural. Por eso nuestro tiempo grita por humanización y fraternidad, por unidad y libertad, por paz y justicia. Es el hijo pródigo que siente en lo profundo de su ser la nostalgia por la casa de su Padre.

La gran tarea a la que el P. Kentenich y su obra se sienten llamados es justamente abrir una brecha para el reencuentro del hombre con Dios y propone para ello un camino pedagógico inédito. Su objetivo es educar al hombre nuevo a imagen de María, y con su ayuda, formar una nueva comunidad, fraterna, libre y solidaria animada por la fuerza del amor y el espíritu apostólico universal.

La vida que surgió desde el Santuario a partir de la Alianza de amor con María y, que fue configurando el Movimiento, fue gestando asimismo una espiritualidad original, característica de la Familia de Schoenstatt. Se trata de una espiritualidad enraizada en la tradición de la Iglesia, pero que quiere ser una manera nueva de asumir y vivir el Evangelio, animada por la Alianza de amor con María y de acuerdo con los desafíos del tiempo actual. En este sentido, la espiritualidad de Schoenstatt forma parte de su aporte a la Iglesia de hoy, para ayudar a los cristianos, en especial a los laicos, a vivir la fe en Cristo, de manera adecuada a un mundo en acelerada evolución.

 

Organización del Movimiento

La Familia de Schoenstatt cuenta con diversos tipos de comunidades de acuerdo a la forma y grado del compromiso apostólico comunitario y de autoformación de sus miembros.  Sus grupos fundamentales son:  6 Institutos Seculares, 7 Federaciones Apostólicas, 11 Ligas Apostólicas diocesanas y el Movimiento Popular y de Peregrinos.  Fuera de los Institutos Seculares, que son comunidades de hombres o mujeres consagrados y que están organizados a nivel internacional, todas las otras comunidades de Schoenstatt poseen una marcada organización diocesana, a disposición de la Iglesia local en los lugares donde está presente.

Estos diferentes tipos de comunidades y formas de pertenecer a Schoenstatt manifiestan el espíritu del Fundador. Él quería que en Schoenstatt se diera una gama tan amplia de posibilidades de integrarse a él como las tiene la misma Iglesia:  Schoenstatt quiere acoger a cada persona en su propia originalidad.